Aquelarre y la memoria: cerrando el círculo.

Esta semana ha llegado a mis manos mi última adquisición, el Aquelarre Breviarium de NoSoloRol. Es este un compendio de reglas de la última versión, sintetizado para que pueda salir a mesa con mayor frecuencia o para que aquellos, como es mi caso, que nos quedamos sin la edición de lujo podamos acceder a las bondades de esta tercera revisión del clásico. Sopesando el libro en mis manos dejé volar la imaginación y recordé mi particular relación con el decano de los juegos de rol en España, porque bien es cierto que Aquelarre ha estado íntimamente ligado a mi experiencia como jugador de rol. Es por ello que me ha apetecido reflexionar, con ciertas licencias literarias, acerca de mi relación con este juego. Y es por ello que deliberadamente he prescindido de los hiperenlaces y las imágenes, buscando que la lectura no tenga más distracciones que las propias del medio web.

Y es que esta entrada está concebida como un pequeño ejercicio de memoria. La historia no es la memoria, y por desgracia, en la reconstrucción de nuestra propia historia que vamos haciendo constantemente con nuestra memoria, muchos detalles se van modificando de forma imperceptible para acomodarse a nuestras interpretaciones actuales. Sin embargo, lo más terrible es toda la cantidad de recuerdos, momentos y sucesos que se van perdiendo, desvaneciéndose como si nunca hubieran existido.  Como comentaba el otro día con un buen amigo precisamente a tenor de nuestra experiencia en la asociación de juegos de rol en la que estuvimos, lo que no se rememora o conmemora se pierde en los confines de la memoria. Buena parte de los detalles de lo que me dispongo a contar ya se han perdido, y con el ejercicio de hoy pretendo fijar en la medida de lo posible algunos de los que aún permanecen en mi memoria. Pero por desgracia buena parte de las experiencias ya se han perdido de forma irrecuperable.

En su día, allá por 1997 descubrí el mundo del rol gracias a la maravillosa caja amarilla de Advanced Dungeons & Dragons editada por Zinco. Porque sí, debo dejarlo claro, yo me inicié con AD&D y si tuviera que escoger algún juego que me definiera como jugador, sería ese. Pero lo importante es que AD&D me llevó directamente de la mano a conocer a gente con la misma afición,   y mejor aún, a compartir esa novedosa actividad con gente ya conocida. Casi sin darnos cuenta, a comenzar la empresa de crear desde cero una asociación juvenil. Asociación juvenil, como no podía ser de otra manera, relacionada con el mundo de los juegos de rol y simulación.

En esa circunstancia me dí de bruces con Aquelarre. Caso curioso y que aún me cuesta entender, tanto por mi corta edad en aquel entonces como por mi escasa experiencia en la afición, estos amigos me pusieron delante Aquelarre y me convirtieron en su máster por encargo del mismo. Así llegué a conocer al decano de los juegos de rol, en su primera edición de Joc Internacional. Lo que me dijeron me resultó interesante. Un juego de rol ambientado en la España medieval pero donde las leyendas y mitos resultaban verídicos, abriendo la puerta a la entrada en una ambientación de corte realista de toda una serie de seres mitológicos.

Yo, como enamorado de AD&D siempre me quejé de que la ambientación era demasiado pedestre, realista, sucia, poco épica para lo que yo a mis 14 años quería vivir. Pero ante la insistencia y buenas palabras de aquellos que pusieron el manual en mis manos, no hubo otra opción. Hay que reconocer que supieron hacerlo bien. Me invitaron a un par de partidas dirigidas por un director experimentado de Aquelarre, y bastante más mayor que yo. Y de repente, en un caluroso verano con mucho tiempo libre  me vi olvidando a los guerreros heroicos de AD&D y llevando a una prostituta castellana que coqueteaba con la brujería. No jugué muchas partidas, pero sí las suficientes para captar el ambiente y ver las posibilidades del juego.

Y entonces el director acabé siendo yo. Quizás diré máster por mi preferencia por la terminología de AD&D. Pero allí me vi yo, dirigiendo con 14 años a buena parte de los amigos de mi edad y a algunos más mayores. La verdad es que resulta sintomático de mi relación con Aquelarre que esta sea la primera gran campaña que recuerdo haber dirigido. Y de esta forma, a regañadientes y siempre quejándome de la falta de brillo en la armadura de este juego, no pudo menos que hacerse un hueco en mi corazón. Y en él de mis compañeros. Con él descubrimos desde el arquetipo de ladrón cuestionable hasta los placeres de llevar un goliardo que hicieron repetir a ese jugador la categoría cada vez que Aquelarre se cruzaba en su camino. No quiero ni siquiera comprobar si las fichas están bien guardadas y atesoradas, como en la mayoría de los casos, por si acaso se hubieran perdido, porque con ellas se habrían escapado un buen puñado de recuerdos. Prefiero pensar que siguen estando.

Y ahí estaba yo, armado con unas fotocopias del básico tan comunes en los años 90, dirigiendo partidas con los libros de módulos que uno de los jugadores había comprado en su día. Por cierto, que estoy convencido de que también los había leído de cabo a rabo, pero intentaba disimular en la medida de sus posibilidades el conocimiento que tenía de las partidas. Acabé dirigiendo las partidas del manual básico, y una vez agotadas, las de Rerum Demoni. Si mi memoria no falla, el Dracs también estuvo frente a mí en la mesa, pero no recuerdo cuántas de sus partidas acabaron siendo jugadas. Incluso Villa y Corte llegó a ser revisado por mis ojos, pero nunca llegamos a pisar el siglo de Oro. En todo caso, los módulos del básico y Rerum Demoni, con los paseos por el infierno que se produjeron en una de las campañas, quedaron grabados a fuego en mi memoria.

Cumplido pues este compromiso iniciático con Aquelarre, aunque no lo supiera, el pacto estaba hecho. Volví a mi AD&D, a Cyberpunk, a la omnipresente en nuestra mesa de juego Llamada de Cthulhu. Y probé otros muchos juegos. Y no volví a Aquelarre. De hecho acabé vendiendo mis fotocopias a otro jugador de aquella campaña. Renegué de Aquelarre. ¿Error de juventud o acaso era lo que tenía que suceder en una suerte de muerte del padre, que diría Freud?

De nuevo la memoria se vuelve nebulosa, pero con el paso de los años Aquelarre se volvió a cruzar en mi camino. En este caso debía ser el año 2002 o 2003 cuando la nueva edición del juego, en este caso por Caja de Pandora, apareció en nuestra asociación, que por aquel entonces comenzaba a ofrecer algunos síntomas de agotamiento. En este caso el juego no me puso detrás de la pantalla, ofreciéndome un puesto de jugador, en este caso, un brujo. Completamos la campaña Ad Intra Mare, salpimentada con algunos módulos sueltos de otros suplementos de esta edición. Muchas semanas empleamos en esta tarea, que fue dirigida, casualmente, por el máster con el que yo me inicié en Aquelarre. ¿Casualidad? Nunca lo sabremos, pero de nuevo, Aquelarre se había vuelto a cruzar como esa joven misteriosa que encontramos brevemente sólo para perderla un poco tiempo después.

Después de eso ni me planteé si Aquelarre volvería a aparecer. De hecho, a partir de 2004 o 2005 iniciamos una edad oscura, en la que al abandono paulatino de la asociación se unió una mayor dedicación cada vez a los estudios universitarios. Por otro lado, mi grupo primario de jugadores sufrió una extraña patología generacional que nos afectó por igual a todos. Nos seguía encantando el rol, pero no jugábamos. Falta de tiempo, pérdida de ritmo, otros intereses momentáneos... El caso es que se inició la larga edad oscura de la decadencia en la que aquello nos seguía interesando pero no jugábamos, quizás porque considerábamos que aquella etapa había pasado.

Sin embargo, en 2009 las cosas comenzaron a cambiar, quizás gracias al papel de la blogosfera rolera, que en mi caso particular me permitió volver a respirar el ambiente de la afición. Poco a poco, ese aire fue insuflando en mis pulmones nuevas ganas y así llegó 2010, el año de la Restauración, en la que se fueron recuperando las partidas. Desde otra perspectiva muy distinta, con otro estilo, en otras circunstancias, pero se recuperó la afición. La cosa había vuelto a marchar. Y desde 2010 hasta este año en muchas ocasiones se recordó a Aquelarre, el decano de los juegos de rol, aquel juego junto a AD&D con el que nos habíamos iniciado. El juego con el que yo había aprendido a ser director de juego, o máster, como queráis.

Entonces era un recuerdo. De hecho, seguía siendo un recuerdo cuando NoSoloRol editó su espectacular edición de lujo. En mi grupo se comentó, pero Aquelarre aún no había vuelto, seguía siendo bruma. Así pues, no financié el mecenazgo, seguro de que aquel no era aún el momento. Porque Aquelarre siempre había sabido volver cuando era necesario. Él sabía utilizarme, demandar mis servicios, como director o jugador cuando estaba escrito que así debía ser. Y entonces no fue.

Pero llegó 2013, y con él, se cerró el círculo. Adquirí el básico de Aquelarre de la Caja de Pandora junto con los suplementos regionales de Euskadi y Galicia y supe que algo había cambiado. Atesoré las palabras de los libros, recordé las partidas vividas, repasé Ad Intra Mare y entonces recordé bastantes cosas que permanecían olvidadas. Y entonces, demostrando que casi nada pasa por casualidad, se anunció la salida del Breviarium, la oportunidad para todos aquellos que no habíamos podido acceder a la edición de lujo.

Esta semana ha llegado a mis manos Breviarium, y mientras lo sostenía en la mano con una sonrisa, no podía evitar pensar que era evidente. Se había cerrado el círculo. Lo que venga ya no está en mi mano. Aquelarre, cual si de un libro maldito se tratase, siempre ha sabido llegar hasta a mí. Cedido por terceros, fotocopiado, comprado o aparecido, él ha sabido ponerse en mis manos. Ahora vuelve a estar ahí, y lo que pueda pasar, ya no dependerá de mí.

Comentarios

  1. Fantástica narración, nunca defraudas.

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  2. Excelente reseña sobre tus primeros tiempos en el mundo del rol y lo que significó Aquelarre para tí. La verdad es que, a primera vista, Aquelarre puede deslucir ante juegos como D&D y otros títulos de fantasía heroica precisamente por esa ambientación más "realista" en la que los personajes son individuos bastante comunes. Sin embargo, considero que esa es precisamente una de sus fortalezas, ya que permite tener una visión diferente, alejada de los arquetipos de la fantasía heróica, así como servir como breve lección de historia y folclore español.

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  3. Excelente, mi historia se parece mucho a la tuya. Empecé en el 94 con AD&D, tiempos turbulentos de 2005 a 2011 y ahora tengo la suerte de llevar una Campaña de los Reinos Olvidados de 2a. :)

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  4. Gracias por los comentarios.

    Exactamente es cómo comenta José María, Aquelarre queda deslucido al lado de juegos más épicos, pero eso queda compensado si nos damos cuenta que lo que tiene de bueno es esa apuesta por el realismo y el historicismo.

    @Marc Ya veo que se parece tu historia a la mía, porque yo tampoco tengo duda de que cuando dirija algo de fantasía épica, será AD&D, la querida segunda edición que para mí no ha sido eclipsada ni por tercera, cuarta o lo que venga.

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