Hoy jugamos a: Trophy Dark. El diario de Neven

Una catedral musgosa en el bosque. Dos ganapanes de mal vivir adentrándose allí para satisfacer sus más oscuras fantasías. Un sistema de juego que te invita a abrazar la tragedia y pensar que lo que puede salir mal, saldrá mal. ¿Qué podía fallar? Hoy reseñamos Trophy Dark, el juego editado en España por The Hills Press tomando como base nuestro querido Cthulhu Dark. Pero no entraremos en disquisiciones mecánicas sobre el sistema de juego, pues ya estamos mayores para eso y a día de hoy ya hay mil reseñas por escrito o en Youtube. Así que directamente les dejamos con el diario de uno de los jugadores, un comerciante de oscuro pasado. Con las vivencias aquí relatadas a buen seguro podrán hacerse una idea de lo sucedido y de qué podrán encontrar en un juego como Trophy Dark.

 Diario de Neven

 Día 1.

 Nos había llegado un interesante rumor relativo a la aparición de una estructura similar a una catedral en el bosque de Coran, el conocido como bosque maldito. Ante la posibilidad de riquezas infinitas, y conociendo el dicho de que el bosque es generoso, decidimos dirigirnos allí para saquear esos tesoros. En la ciudad de fuerte Durin nos pertrechamos con el equipo imprescindible y en la taberna local conseguimos pistas acerca de cómo llegar hasta allí. En el momento en que llegamos a las cercanías del bosque comprobamos que las leyendas parecían ciertas. La masa boscosa tenía dimensiones ciclópeas y se extendía por valles y montañas. El bosque era algo antiguo y salvaje. Siguiendo el sendero que nos indicó el tabernero, acabamos llegando a un claro. Allí encontramos apoyados sobre los árboles dos cadáveres resecos. Cada uno tenía una mano colocada en la boca del otro, y estaban llenas de fango. No parecía un buen presagio haber encontrado ese picnic macabro. 

La entrada en el Bosque Maldito

 Fue entonces cuando miré a mi compañero y recordé por qué lo había escogido. Yo, Neven, un desconocido mercader, combinaba el lujo de mi vestimenta, a todas luces la de un nuevo rico, con algunas marcas extrañas que recordaban mi pasado. Un pasado de esclavitud y sufrimiento. Pero sobre esa cuestión volveremos más adelante. Mi compañero, Esfaher, era de constitución fuerte aunque su piel pálida no le daba buen aspecto. Era evidente que por su dedicación a la minería no le había dado la luz del sol tanto como era necesario, y su andar parecía indicar que tenía problemas en los huesos. Tampoco sus ropajes, de buena calidad pero algo ajados, mostraban una situación floreciente. Por último, su mirada perdida. Sin embargo, no tuve más remedio que hacerme con sus servicios. Sus conocimientos de orientación me serían de utilidad en el bosque, pero secretamente consideraba que sería su práctica de los antiguos rituales y su habitual contacto con demonios lo que me facilitaría la tarea.

Tras registrar los cuerpos, pues nada iban a necesitar, comprobamos que los cadáveres estaban casi momificados. Llevaban muertos mucho tiempo y desconocemos qué sucedió aquí. Eso me recordó que en la taberna nos recordaron que el bosque no regalaría nada a nadie, pues todo tenía un precio. Me precio de entender bien la diferencia entre el valor y el coste, y ya lo tenía todo calculado. Por su parte, Esfahen necesitaba hacer una pequeña fortuna para financiar una expedición con fines científicos, o eso decía él; sea como fuere, como necesitaba dinero, me necesitaba a mi, que domino las artes de hacer fluir el crédito y las mercancías. Por mi parte, no tuve dudas, parecía un buen negocio contar con un demonólogo para adentrarnos en el bosque. Y él sabía que si era cuestión de dinero, yo era el hombre adecuado. De hecho, yo necesitaba algo más de dinero que él, porque mi venganza contra Lord Haffir iba a requerir de dinero, mucho dinero. También de comprar voluntades y, por qué no, armar algunos ejércitos. Así que nos movían los mismos sentimientos de ambición.

La venganza de Neven

Esfahen aportaría medicinas, vendajes, lociones varias y sus conocimientos de orientación, pero estaba claro que sería mi visión comercial y mis habilidades de tasación las que permitirían que nos hiciéramos ricos. Pertrechado únicamente con una hachuela, no me parecía alguien peligroso. Dado que yo no era muy ducho con la espada corta que portaba por razones de prestigio, guardaba entre mis ropajes un pequeño arcabuz recortado como arma de defensa. Antorchas y cuerdas completaban nuestro equipo, junto con las raciones de comida y agua para una semana, que era el tiempo máximo que esperábamos estar allí. 

Tras dejar atrás los cadáveres preguntándonos si formarían parte de algún ritual religioso, decidimos adentrarnos ya por completo en el bosque a través del camino. Poco a poco el terreno fue transformándose en un lodazal que dio paso a una ciénaga. Las horas transcurrían mientras avanzábamos por el camino. A media tarde escuchamos gritos y canciones. Nos aproximamos con cautela y no tardamos en darnos cuentas de que el alboroto provenía de un campamento rodeado de empalizadas. Un grupo de individuos con ropa sucia lo ocupaban, apenas una docena de personas. 

Nos aproximamos, fuimos invitados y acogidos sin mayor problema. El líder del campamento, Lothar, nos ofreció quedarnos y cenar. Parecía poco prudente adentrarnos más en el bosque a media tarde así que decidimos quedarnos esperando obtener más información. Las empalizadas, eso sí, nos indicaban que la zona era peligrosa. Tras preguntarles por la ciénaga y sus habitantes, los habitantes del campamento se miraron entre ellos, momento en que constatamos que algunos de ellos tenían marcas y estrías sobre la piel, como si fueran secreciones o pústulas. Los que más habían avanzado en ese proceso tenían incluso musgo sobre la piel. Parecía que llevaban mucho tiempo viviendo en el bosque y se habían adaptado. El bosque les provee, aunque les imponía un precio, pensé. Ellos nos explicaron que las marcas se producían porque el bosque es antiguo y traicionero, como contaban las leyendas. Todo el que se atrevía a entrar en él, cambiaba de alguna manera. Y ellos llevaban allí más tiempo del que podían recordar.

El extraño campamento musgoso

 Día 2.

No paraban de cantar y entre sus cantos nos alarmaron algunas referencias a mártires y trofeos. Esfahen, por su parte, revisó la carne de venado que nos invitaron a cenar. Parecía sano, aunque tenía rastros de musgo. La intranquilidad se iba apoderando de nosotros, así que aquella noche hicimos guardia. Nada sucedió, hasta que por la mañana nos ofrecieron salir a cazar con ellos. Pronto nos embargó la sensación de que nos estaban enlenteciendo en exceso. Declinamos la oferta y Lothar nos ofreció movernos libremente por el campamento, aunque no nos permitirían cruzar la empalizada hacia el bosque. Entonces le ofrecí compensarle por las molestias con algo que pudiera hacerle falta, siempre que nos franquease el paso. No se lo tomó bien y me golpeó duramente, haciéndonos conscientes de su fuerza y de nuestra condición de prisioneros. 

Nos llevaron con ellos a su cacería. Persiguieron a una manada de venados hasta que consiguieron aislar a una pieza. De forma salvaje y primitiva, acabaron con su vida. De esta manera consumimos nuestro segundo día, sin poder acceder al bosque. Por la noche, tras la cena, decidimos escapar. Usé un hechizo de "Reflejo" para copiar la forma de Lothar y así engañar a los guardias de la empalizada. Les expliqué que iba a dar una lección a uno de los prisioneros y entregarlo al bosque. Algo extrañados, nos dejaron pasar.

Día 3.

Así conseguimos introducirnos en la ciénaga. Era noche cerrada y apenas veíamos la senda, pero era necesario poner distancia con el campamento. Así que nos arriesgamos. Conseguimos orientarnos gracias a la habilidad de Esfahen, y nos aproximamos a un terreno cada vez más cenagoso, un laberinto de manglares. Habíamos andado toda la noche y Esfahen tenía una extraña sensación en su pie, con un tacto viscoso. Decidimos descansar un poco, mientras escuchábamos de fondo un murmullo que recordaba el vuelo de muchos insectos. 

La ciénaga

 Muy pronto perdimos la pista del camino entre el agua. Esfahen intentó orientarse nuevamente. Avanzamos hasta que distinguimos una zona elevada, un promontorio desde el cual podríamos otear el horizonte. Justo cuando estábamos llegando, desaparecí entre las aguas. Perdí pie y me hundí, quedando mis pies enganchados en el fango del fondo. En ese momento, no sé cómo ni por qué, supe que Esfahen se alegró. Por un segundo. Pero se alegró. Pensó que sería menos botín a repartir si yo moría. Pero recapacitó y con la hachuela cortó unas raíces para agarrarse y me las lanzó. Sin embargo, no fue suficiente para rescatarme a mi y él también cayó al agua. 

Con el pensamiento nítido y diáfano que da la proximidad a la muerte, me concentré en un último intento para intentar escapar de ahí y cumplir mi venganza. Sabía que esa era mi última oportunidad, pero mi tarea pendiente me daba fuerzas. Me encomendé a la protección de los dioses y les ofrecí todo si me sacaban de allí y me ayudaban a tomarme la justicia por mi mano. Sin saber cómo, mis manos se agarran a unas raíces y consigo salir del agua, comprobando que Esfahen también lo ha conseguido. No creo que pueda volver a acercarme al agua con facilidad, creo que he desarrollado una fobia. Pero este no era el único efecto de esta experiencia traumática. Al tragar tanta agua, siento que mi visión ha cambiado. Todo tiene una pátina de color verde, creo que no veo bien, pero ese verde resplandece... 

Continuará...


 



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